La economía peruana está, una vez más, en una encrucijada: por un lado, muestra claros signos de un mejor desempeño en el corto plazo, con condiciones macroeconómicas que cualquier país latinoamericano desearía tener; por otro lado, seguimos enfrentando brechas estructurales que ningún gobernante ha logrado resolver en la última década y que se vuelven más complejas en medio de una política disfuncional. El Comercio conversó con Hugo Santa María, socio y economista jefe de Apoyo Consultoría, para conocer su perspectiva sobre el futuro y la situación en la que nos deja el año que está por culminar.
– La semana pasada el BCR incrementó sus proyecciones de crecimiento para la economía peruana, pero el aumento fue particularmente favorecedor para las proyecciones del PBI primario y los indicadores de la inversión privada (donde, según Julio Velarde, el crecimiento al cierre de año podría llegar a 10% frente al 2024). ¿Esperaba que el desempeño de la economía avanzara así este 2025? ¿Le parece un buen resultado o, como explican diversos economistas, considera que nos estamos quedando nuevamente por debajo de lo que podríamos crecer en circunstancias como las actuales?
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La respuesta corta es que vamos a cerrar el 2025 mejor de lo que al menos nosotros en Apoyo Consultoría esperamos hace un año. Sin embargo, también es correcto lo segundo que mencionas. Creo que nos estamos quedando bastante por debajo de lo que podríamos alcanzar. Estamos mejorando, estamos yendo en la dirección correcta, pero estamos lejos aún de lo que, dadas las condiciones externas y la estabilidad macroeconómica del Perú, podríamos conseguir en términos de crecimiento, de generación de empleo de calidad, mejora de los servicios públicos, etcétera.
– Con precios como los que vemos ahora en las materias primas que el Perú exporta, anteriormente el resultado era mayor.
Tenemos el precio del cobre por encima de US$4 la libra, el precio del oro por encima de US$4.000 la onza… como el propio Julio Velarde lo dice: uno ve los números y encuentra los mejores términos de intercambio desde la Guerra de Corea (desde 1950). No estamos aprovechando esto como en el pasado cuando sí hemos aprovechado las condiciones externas favorables. El Perú solía crecer casi al doble de América Latina, y hoy día estamos convergiendo más o menos a la tasa promedio de la región -estamos un poquito por encima todavía, pero nos estamos acercando a la tasa promedio- sin haber alcanzado los niveles de ingreso y de calidad de vida que merecemos tener. Ese es nuestro gran problema. Estamos convergiendo a un promedio regional de crecimiento todavía siendo un país pobre.

– De alcanzar tasas de crecimiento más cercanas a nuestro potencial, este 2025 podríamos reducir mucho más la pobreza. Con el crecimiento de ahora, ¿cuál es la proyección de Apoyo Consultoría para el indicador de pobreza monetaria al cierre de este año?
A la velocidad que estamos creciendo ahora –que puede estar décimas por encima o por debajo, pero alrededor de 3%–, nos vamos a demorar como hasta el 2030 en recuperar el nivel de pobreza que teníamos antes de la pandemia. Estamos yendo en la dirección correcta, porque está reduciéndose [la pobreza], pero estamos bien lejos todavía del objetivo y de la velocidad que quisiéramos alcanzar para recuperarnos y mejorar.
Un gran reto que tenemos como país es que debemos dejar de normalizar la degradación. Nos hemos acostumbrado a que la política siempre ha estado un poco mal y peor, y a pensar de que ahora “no estamos tan mal como antes” o que “hemos estado peor”. La infraestructura cada vez está un poco peor; el manejo fiscal, sí pues, un poco peor […] No es el caso de todos, por supuesto, porque hay muchísimas excepciones -como el Consejo Fiscal-, pero a mí me preocupa que nos estemos acostumbrando a la degradación; a ver cómo todo pierde calidad o empeora poco a poco. Eso es un riesgo enorme, porque somos un país con instituciones débiles, con niveles de pobreza altos, con necesidades insatisfechas gigantescas de la población y, en este último punto, los peruanos nos hemos acostumbrado a que los servicios públicos no funcionen. Nos hemos acostumbrado a un Estado indolente y muy indiferente.
– Es un hecho que pasamos por agua tibia.
Sí, y cada uno se acostumbra a resolver sus problemas y a pensar “qué vamos a hacer”. Estamos hablando de hechos como que casi la mitad de los niños entre seis y 36 meses, un 45% de ellos, tienen anemia.
– El problema es que son pocos los que pueden resolver sus problemas a nivel económico.
Exactamente. Este estudio que publicó el Banco Mundial hace poco debería llamar a la rebeldía: hay S/120 mil millones en proyectos de inversión pública abandonados en el país. Hemos normalizado que las infraestructuras se dejen botadas, que no funcionen o que demoren la vida en culminarse.
– ¿Es el manejo político y la situación de inestabilidad que estamos viviendo el factor principal para que la economía no crezca al ritmo que debería crecer? ¿Hay más factores detrás que considere importantes de resaltar?
Hay varios factores. Yo tiendo a pensar que eso de que la economía está divorciada de la política es un mito. Eso no es así. Necesitamos una política mínimamente funcional y con aceptables niveles de decencia. […] Estamos un poco cegados por la estabilidad macro. Vemos lo bueno y estamos dejando de ver todo lo que nos impide crecer. Pero si cuentas a los ministros de sectores clave –MEF, MTC, Interior y Educación– y comparas el número de ministros que hemos tenido en los últimos cinco o hasta 10 años, con la cantidad que teníamos antes, la cifra [de rotación] se ha triplicado. En una administración pública débil como la peruana, cada vez que cambia el líder todo se para. Cambian las prioridades, la gente lee de nuevo todo, y nada se soluciona. Nos estamos acostumbrando a que nada se solucione. Eso me parece un efecto bien directo de la política.

– ¿Qué otros efectos vemos?
Otro efecto de esta política disfuncional y, a veces, con intereses muy poco transparentes, es el tipo de legislación que emite nuestro Congreso. El ámbito fiscal ya lo ha comentado muchísimo el Consejo Fiscal, por todas estas normas que tienen iniciativa de gasto y que no deben tenerla. Pero también empiezan a salir cosas bien específicas a intereses muy particulares. Ya no hablemos de lo del Reinfo, pero me refiero a estas normas que, en disposiciones que nadie lee, reducen requisitos técnicos para acceder a ciertas posiciones técnicas. Hoy, los congresistas y sus asesores se ven [beneficiados]. Comienzas a ver una política que no responde a una visión de país con la que es posible establecer un diálogo, y comienza a responder a intereses muy, muy particulares. Ese es otro canal de contaminación y degradación clarísimo.
– Se acerca, además, un año complejo por las elecciones que se avecinan.
El próximo año es un superaño electoral. Vamos a elegir a miles de autoridades, si consideras desde la elección presidencial hasta las elecciones regionales y municipales de octubre y la transición en enero del 2027. Creo que algunas reformas mejoran un poco la situación, pero la calidad de las personas, el menú que vamos a tener disponible [para las elecciones], no sé si va a mejorar necesariamente. En el origen de muchos de nuestros problemas está la política, y también es un problema tener este tipo de política con agenda muy poco transparente y muy personalista. […] Si queremos reformar el Estado, requieres una visión y continuidad que no tenemos. Si quieres recuperar la institucionalidad fiscal, requieres una responsabilidad con una visión país que hoy ya no existe. Si quieres salvar, si se puede, el sistema privado de pensiones, requieres una visión país que no está presente. Si quieres mejorar la educación y pensar en cinco, 10 o 15 años, ¿quién piensa en esos términos? Todos entran por un período muy corto y después desaparecen.
Entonces, sí creo que en la base [de nuestros problemas] está la política y, si yo tuviera un deseo, diría, “oye, dame una política funcional, no la mejor del mundo, y decente”. Tampoco pedimos la mejor. Con eso, el Perú podría estar creciendo más.
– ¿Cuánto más?
El Perú debería estar creciendo, según nuestros números, por encima de 4%. Y no con maravillas. Con algo más o menos funcional y decente, deberíamos aspirar a 4,5% [de crecimiento]. Sí creo que [la política disfuncional] es el gran obstáculo para solucionar varios problemas que necesitan visión, consistencia y transparencia.
– ¿Lo que vemos ahora es el resultado de bases mal sentadas? ¿De un trabajo que no se hizo a nivel de Estado, o se hizo a medias, cuando el país avanzaba más o menos bien?
Creo que es una pregunta más para los politólogos o expertos en el estudio de instituciones de la democracia, pero lo que puedo decir es que, cuando tú ves en retrospectiva, hemos empezado a tener este resultado de siete a ocho presidentes [en 10 años] a partir de la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski, quien fue un presidente con una representación congresal sumamente débil. De ahí en adelante hemos tenido presidentes débiles, y eso es lo que el sistema está generando. Los partidos no los hemos podido institucionalizar; siguen siendo vientres de alquiler, término que tiene una connotación bien negativa. Y aquellas personas bien intencionadas –porque héroes siempre van a haber– que forman un partido, igual tienen que negociar con un montón de gente que no es parte de su partido. Esa debilidad genera este tipo de política, y creo que ha sido bien progresivo [el deterioro]. No es el caso de todos, pero hemos [reconocido] esta realidad cuando ya teníamos el problema avanzado. Es una democracia que hoy día no funciona, que no permite entregar los servicios que los peruanos merecemos.
– ¿Cómo aterriza esto desde el ámbito económico?
Si lo ves en términos muy de economista, cada vez pagamos más impuestos y más sueldos a los empleados públicos por servicios mucho más pobres. De cada sol que pagamos hoy, una proporción más alta va a pagar sueldos. Lo que ha subido bien son las remuneraciones del sector público, pero los servicios que entrega ese sector [a cambio] son pésimos. Hemos normalizado la disfuncionalidad a tal nivel que ya nadie se plantea como reto, por ejemplo, corregir todas los enormes deficiencias que tiene la regionalización. Todo el mundo sabe que no funciona, pero nos estamos resignando a que todo vaya cada vez un poco peor.

– Lo que mencionaba usted respecto a los impuestos no debería llevarnos a pensar que ya nadie debe pagarlos; más bien, debería llevar a que se exija o se justifique el pago de impuestos a cambio de servicios de calidad.
Totalmente. Es otra parte de las normalizaciones peligrosas. Estamos normalizando la informalidad, la evasión y la ilegalidad porque, dado que no nos entregan nada, me revelo de esa forma. Estamos socavando realmente todas las bases de cómo deberíamos funcionar como sociedad y como país. Cada uno [avanza] por la suya.
– Hay un contraste fuerte, de todas maneras, entre la institucionalidad política y la estabilidad económica. Lo vimos con la vacancia de Dina Boluarte hace unos meses. ¿Qué tan sólidas siguen siendo estas bases a nivel económico?
Tener estabilidad no es lo mismo que toda la economía camine bien. Creo que hay que separar la parte de estabilidad de la parte de capacidad de crecer, generar empleo y generar una vida mejor para todos. Si ves los rankings de índice de desarrollo humano, hemos caído un montón. En la parte macro, la de estabilidad, estamos bien. Tenemos un nivel de protección institucional muy fuerte, y un claro ejemplo es todo el marco institucional que, además de darle un mandato muy claro y acotado al Banco Central en relación a mantener la estabilidad monetaria, también lo protege. Pero eso no se da en el vacío. Ese marco institucional y el mandato claro se ha dado junto a una institución sumamente sólida que se ha construido a lo largo de los años. En esa parte, yo estoy tranquilo. Si me hacías las mismas preguntas hace 10 a 15 años, te habría dicho “y por la parte fiscal, también”. Pero mira como el panorama ha cambiado: el fallo del Tribunal Constitucional […] poco a poco mira todo lo que ha generado. Hoy mi preocupación principal no es del déficit fiscal, que creo que aún está controlado –estamos bastante lejos de estar en la situación de otros países vecinos que han perdido muy recientemente el grado de inversión–. Sin embargo, sí estamos teniendo muchos problemas por cómo manejamos el dinero del fisco. Cómo nos estamos concentrando en aumentar sueldos, lo que está ajustándose es la inversión.
Creo que todavía tenemos instituciones que nos permiten resistir; la estabilidad monetaria es un gran activo, que nos permite resistir y avanzar, pero poco a poco la institucionalidad fiscal se está deteriorando, y si tuviese que poner cinco retos, este entra a mi top cinco para el próximo gobierno. Es un reto recuperar un manejo fiscal responsable. No hay que medirlo solamente por el déficit, sino por cómo se llega hasta ese déficit. Y es importante que cada sol que los peruanos pagamos en impuestos nos regrese en la forma de mejores servicios públicos; no en estas obras inconclusas, mal hechas.
– ¿Cree que son positivas acciones como la de convocar a un Acuerdo Fiscal? ¿Podría ayudar a que la situación cambie, o se trata de una reunión más?
En materia fiscal es muy valioso el consenso que hay. El trauma del Perú de los ochenta nos ha marcado. Sobre las reuniones y si estas pueden ayudar… mal no hacen. Muestran que hay un consenso, y ojalá sea un espacio de presión.
– Vemos a un sector privado que continúa invirtiendo, alcanzando un nivel de crecimiento que sería, en el mejor de los casos, a doble dígito este año, y empresas que tienen todavía entusiasmo por desplegar inversiones. Desde Apoyo Consultoría, ¿ven que efectivamente se concretan las inversiones de las que se habla?
Bajo una mirada de corto y mediano plazo, sí estamos mejor. Nosotros vemos una mejora en el ánimo y en las expectativas de nuestros clientes. Tenemos más de 300 empresas que son nuestros clientes, con las que conversamos continuamente, y vemos, además, decisiones concretas, no solamente de empresas que ya operan en el Perú, sino de empresas que han comenzado a operar recientemente en el país, que están tomando decisiones de inversión muy interesantes. Vimos lo de Holcim y Cementos Pacasmayo; se ha dado el ingreso reciente de empresas extranjeras y compras recientes en agroindustria, en energía […]. Sin embargo, creo que sí hay preocupaciones a un plazo un poquito más largo. Depende bastante, también, del sector, pero estoy pensando en concesiones de infraestructura. Van a vencer casi 30 contratos de concesión en los siguientes 10 años, y ya hemos visto con dos o tres contratos que han vencido lo que nos demoramos en solucionar y resolver el problema. Si lo licitamos nuevamente, si hacemos adendas, nos pasamos la vida decidiendo eso. Entonces, un reto bien importante es cómo vamos a hacer que ese servicio público que hoy día está concesionado y se está entregando, se siga entregando. Esto, en un contexto en el que, lamentablemente, la relación entre el Estado y el concesionario se ha deteriorado bastante. Debería ser una relación de colaboración y de socios, pero ahora vemos ejemplos claros de que es confrontacional y se ha judicializado mucho.
– El caso de los peajes, por ejemplo.
Y ahí sin entrar en quién tiene la razón: se está saliendo del ámbito contractual, yendo al Poder Judicial, recurriendo a acciones de amparo en no sé cuántos juzgados, y el número de arbitrajes que el Perú está recibiendo en los últimos años se ha acelerado mucho, así como los procesos que estamos perdiendo. Cuando ves los números promedio, el país tenía un buen récord [en arbitrajes]. La estabilidad macroeconómica, el costo de financiamiento, el tipo de cambio estable, y la disciplina monetaria y fiscal son importantes, pero el imperio de la ley también lo es. Poder confiar en que tu relación contractual con el Estado peruano va a fluir y se va a manejar dentro de ese ámbito, va a ser clave.
Regresando a tu pregunta, sí veo un mejor ánimo [en el sector privado] porque al Perú le va mejor de lo que se esperaba, las cosas están un poco más tranquilas, y por eso cuando cierre el año vamos a ver crecimiento de la inversión privada con niveles récord desde 2012, me parece.
– ¿Cuál es la proyección que tienen desde Apoyo Consultoría sobre este indicador?
Nosotros creemos que va a cerrar casi en 10% [de crecimiento]. Un poco por encima del 9%. Si sacas el rebote de la pandemia, el crecimiento va a ser el más alto desde el 2012. El empleo formal está creciendo casi 6%, la inflación está en el rango de 1,5%, el tipo de cambio en S/3,35, un déficit fiscal controlado…
– Las condiciones ideales.
Pero estás viendo la recuperación en medio de una tendencia más larga a que las cosas estén, progresivamente, un poquito peor. Creo que tenemos que recuperar la ambición y las ganas de crecer al 5%. Nos estamos contentando con ser un poquito mejores que la región, siendo nuestra región la que menos crece en el mundo. Nosotros deberíamos estar compitiendo en términos de crecimiento y mejoras de calidad de vida de sus ciudadanos con los países más dinámicos hoy día, y no lo estamos logrando.
Entonces, creo que sí hay [espacio para] una mejora. Estamos esperando con tranquilidad el año electoral. No es que estemos relajados, pero creo que la economía va a entrar bien a las elecciones, con una viada de crecimiento. Una ‘yapa’ que nos entrega una décima de crecimiento es el retiro de las AFP, que nos hace ver mejor el fin de año, pero que es muy malo para el país y para los peruanos en un plazo mayor. Hay veces en que tenemos un espejismo de corto plazo que hay que mirar, sin duda, pero no hay que extrapolarlo. Nosotros podemos crecer más y no lo estamos haciendo.

– ¿No estamos viendo aún tanto movimiento o incertidumbre electoral que se traslade a las expectativas económicas?
No es tan así. La prima de riesgo electoral se comienza a gatillar en distintas variables. Nosotros le decíamos a nuestros clientes que teníamos que aprovechar el 2025 porque es un año que todavía vemos limpio de incertidumbre preelectoral. Las primas de riesgo preelectorales y electorales se comienzan a gatillar durante el verano.
Dicho esto: ¿qué se ve impactado? Por ejemplo, la incertidumbre afecta al tipo de cambio. Pero mira de dónde partimos. Vamos a entrar al período electoral con un sol sumamente fuerte. Cuando hacemos simulaciones y nos preguntamos qué pasaría si nos pusiéramos nerviosos, como en la elección del 2021, vemos que el tipo de cambio subiría, pero lo haría a S/3,50, incluso poniéndole un shock de nerviosismo tan importante como el que tuvimos casi cinco años atrás. Esto, porque estamos entrando mejor. Va a haber una prima riesgo que se va a situar sobre una situación mejor que la del 2021, aunque igual con crecimiento. En el 2021 salíamos de la pandemia, estábamos destruidos, con lo cual vino la incertidumbre electoral y golpeó a un país y a familias que estaban muy mal. Ahora, también, estamos entrando un poco mejor. Vamos a ver algo de efecto, principalmente en variables vinculadas a la inversión, que es es bastante más nerviosa que sectores vinculados al consumo, pero falta mucho todavía.
– Y está todo muy sujeto a cómo se mueva el panorama electoral.
Vamos a tener nerviosismo, pero estamos entrando a las elecciones en una mejor situación de la que entramos, sin duda, en el 2021. Nosotros esperamos la transición democrática, no estamos relajados, pero estamos calmados.
– Si pudiese conversar con algún candidato a la Presidencia, Senado o Congreso, ¿cuáles son los tres objetivos de corto plazo que desearía que cumplan en el ámbito económico?
Primero: Retomar el orden, respeto y la institucionalidad del manejo fiscal. Segundo: controlar el populismo y los intereses particulares que se reflejan en normas que están en el Congreso. Tercero, recuperar de alguna manera la tecnocracia del Estado. Esta rotación de autoridades, degradar los requisitos, está debilitando y degradando la calidad de nuestra administración pública. Ellos son, al final, los responsables de entregar mejores servicios a nuestros ciudadanos. Y, si tengo una ‘yapa’, pediría el respeto a los contratos. El presidente no se va a meter a una concesión municipal, porque no le compete, pero sí puede liderar y llamar la atención sobre la importancia del imperio de la ley.
Hacia el 2026 y bajo el contexto actual, ¿cuáles son las proyecciones preliminares que tiene Apoyo Consultoría para el crecimiento?
Si tenemos una transición democrática tranquila, con un resultado electoral amable, que las personas y las empresas puedan digerir razonablemente bien, deberíamos crecer al nivel de 3%. Si tenemos una muy buena noticia [electoral] para los mercados, eso se puede ir a 4%. Y si tenemos un resultado que genera mucho nerviosismo; si le metemos al crecimiento un shock de expectativas como el que tuvimos en 2021, caemos por debajo de 2%. Entre 2% y 4%, dependiendo de lo que ocurra. Y ya el 2027 será otra historia con cientos de miles de autoridades nuevas.













