Allison era el pre candidato de APP para Lima en el 2026. Eso se daba por sentado dentro y fuera del apepismo. Es más, había un acuerdo para que su equipo íntimo y varios candidatos a alcaldías distritales, se afilien a APP, como en efecto ocurrió. Ahora, estos precandidatos también lo acompañarían en su renuncia y posterior enganche con otro partido, que podría ser Avanza País (ahí encaja pues perdieron a su ficha para Lima, Carlos Bruce, quien migró a Somos Perú). Que quede claro que Allison no está pateando el tablero municipal del 2026, solo está pateando su afiliación a APP ¿Pero no era que para ser alcalde o gobernador hay que estar afiliado un año antes a un partido y ese plazo se cumplió en octubre pasado? Así era, pero ya no lo es más.
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El Congreso, en su último paquete de reformas electorales, aprobó aumentar de 20% a 30% el porcentaje de ‘invitados’ en las listas regionales y municipales (o sea, los que se pueden designar sin estar afiliados). La reforma vino con bonus: a diferencia de la ley anterior, ahora el porcentaje incluye gobernadores y alcaldes. O sea, Allison y su gente pueden negociar con cualquier partido e ir como candidatos a alcaldes.
Ese cambio fue posible gracias a Podemos y a Fuerza Popular. Se los conté en una crónica pasada y se los resumo ahora: Podemos pedía con insistencia reabrir el padrón para permitir afiliaciones para las ERM (elecciones regionales y municipales). Se le habían quedado varios candidatos sin fichar y necesitaban un plazo adicional. Fujimoristas, apepistas y somistas se oponían porque ya tenían sus fichas completas y temían que reabrir el padrón provocara un desbande de renuncias y reenganches. Entonces, Fernando Rospigliosi, presidente de la Comisión de Constitución, propuso públicamente una salida conciliadora: aumentar los invitados y permitir que también lo sean alcaldes y gobernadores. Con eso, Podemos se contentaría (aunque no fue así porque no soltó sus votos para aprobar la reelección de alcaldes y gobernadores; pero ese es otro cuento). Igual hubo un desbande en APP, pues se les fue su ficha para Lima.
Esa reforma fue la condición que facilitó la renuncia de Allison, pero ¿qué la motivó? Primero, una razón general. Allison es de los tantos que presumen que la marca APP se ha devaluado al contagiarse de la impopularidad de Dina e identificarse con el Congreso. Postular por APP en el 2026 inspira cada vez más temores y ello se ha agudizado con la crisis parlamentaria en torno a la supuesta red de prostitución seguida del viaje inoportuno del apepista Eduardo Salhuana a China. Acorralado por las críticas, hasta Acuña ha criticado a Salhuana en conferencia de prensa desde el local partidario de Jesús María el jueves pasado: “Si yo fuese presidente del Congreso, no habría viajado”, dijo, muy pancho, como si él no hubiese viajado como artista en gira.
En realidad, se está produciendo un fenómeno que descoloca y desborda a APP, al punto que la cúpula decidió enfrentar las críticas en la conferencia del jueves, sin más rollo que respaldar las investigaciones contra la administración congresal y reafirmar su apuesta por la estabilidad del país (el argumento que suelen usar a favor de Dina). ¿Cuál es ese fenómeno? Que los partidos que no tienen afán de distanciarse de Dina aunque sus bases se lo pidan, han encontrado una alternativa: chancar a APP. Si no puedes o no quieres golpear a tu socia palaciega; dale duro al rival que maneja buena parte de la administración del Congreso y ha ampliado subrepticiamente sus cuotas de poder en el Ejecutivo.
Tengo para contarles un ejemplo de cuotas que también se pone de manifiesto en la renuncia de Allison. La razón particular del quite, según mis fuentes, es que en las últimas semanas se resintió de que un grupo de apepistas estuviera armando listas de precandidatos que contradecían su plan acordado con el partido. Entre los advenedizos -desde el punto de vista de Allison- estaría Jéssica Tumi Rivas, un personaje que encarna una parte importante de la ‘cuota’ de APP en el Ejecutivo: es directora de Llamaksun Perú, un órgano desconcentrado del Ministerio de Trabajo que coordina con gobiernos locales para promover el empleo temporal en obras de inversión pública. Tumi fue frustrada candidata a regidora por Lima en las pasadas elecciones (fue excluida por vicios formales) y ahora pretendería ser entusiasta participante de la campaña metropolitana.
La respuesta apepista oficial al gesto de Allison, fue conciliadora, deseándole suerte y afirmando que era uno de los precandidatos, además de Richard Acuña. Con ese dato, querían decirle sutilmente a Allison que no era fijo a Lima, pues cuentan con la posibilidad de que lo sea el delfín partidario. Lo que no hace creíble esta versión es que en los últimos meses no trascendió esa pretensión municipal del delfín. Lo que trascendió más bien y hasta lo dijo públicamente César Acuña es que Richard podría ser candidato presidencial en lugar de él ¿Con quién eres, APP, qué vida tienes después de Dina?
Salhuana o Soto
El apepismo es un caudillismo desorganizado. César manda pero su tasa de obedecimiento es baja. Se le consulta todo lo importante y se espera su venia, pero no puede evitar filtraciones como las del audio de la reunión de cúpula que le costó la censura a la expresidenta del Congreso, Lady Camones; ni portazos como el de Allison; ni la pública discrepancia entre el portavoz de su bancada y predecesor, Alejandro Soto, y el actual presidente del Congreso, Eduardo Salhuana. Soto fue de los primeros en enfilar contra el viaje a la China. Ahora se siente respaldado por Acuña, tras haber este también enfilado contra el viaje; pero eso es anecdótico, Salhuana es respaldado en todo lo demás.
La primera razón que me apuntó una fuente sobre la pica entre ambos fue socioantropológica: ‘Ambos son cusqueños’, me dijo, subrayando el hecho de que entre personajes de una misma región suele haber mayor rivalidad que entre ajenos. Salhuana ha hecho su carrera en Madre de Dios y Lima, pero nació y vivió buen tiempo en Cusco. Pero la pica es personal y según mis fuentes y las varias veces que he entrevistado a Salhuana, es notorio que, desde que tomó la posta de Soto, ha remarcado su intención de diferenciarse de él. Lo ha despreciado sin mentarlo. Cada que Eduardo subrayaba que iba a dar la cara a los medios y a reunirse con todos los gremios, quería decir -para pica de Alejandro- que era mejor que él. Y si nos remontamos al 2023, Eduardo tampoco fue diligente cuando Alejandro necesitaba respaldo ante las denuncias que le llovieron cuando tomó la mesa directiva. Más pica, todavía. Llegó el momento en que Alejandro se la pudo devolver y lo hizo a título personal, sin comprometer ni a bancada ni a partido. Ahí quedó el incidente.
Una condición que se puso Salhuana a sí mismo para picársela a la China, fue contratar al reemplazo de Jorge Torres Saravia, el ex jefe del área legal y constitucional, investigado como presunto líder de la red de prostitución. El elegido ha sido el conocido abogado Ángel Delgado Silva, ajeno a APP (está afiliado a Avanza País, pero ese partido no ha participado en su designación) y empoderado -según me asegura una fuente apepista- para sacar gente y reemplazarla con profesionales sin tacha. La tiene difícil.
En verdad, hasta ahora no ha trascendido alguna prueba irrefutable de lo dicho por Juan Burgos, el presidente de la Comisión de Fiscalización, cuando verbalizó una intuición: “Se intercambiaban favores sexuales por votos”. Pero sí hay carne para investigar varios delitos de corrupción de funcionarios a expensas de una gestión que respondía a APP y metió al área a varios de los suyos. Torres Saravia trabajó cerca al aparato de APP en La Libertad y fue asesor parlamentario del secretario general Luis Valdez. Salhuana, tras el estallido del escándalo, se lavó las manos, diciendo que él no contrató a Torres Saravia sino la administración anterior, o sea, ‘nunca seré tu pata’ Alejandro Soto. Soto se las lavó igual y dijo que la mesa acordó empoderar al oficial mayor Giovanni Forno para que hiciera esa y otras contrataciones. Forno dio excusas confusas.
‘APP siempre cae parado’ es lo que se repiten algunos militantes cuando mastican la teoría ominosa del castigo en las urnas por identificarse con Dina y el Congreso. Si así fuera no tendrían bancada, razonan, pues participaron con AP y FP en la aventura presidencial de Manuel Merino en el 2020, que acabó a los pocos días por rechazo popular. Sin embargo, los tres partidos saltaron la valla en el 2021. Creen que eso sucederá nuevamente. Pero la oferta de nuevos partidos es copiosa y allí hay varios candidatos que harán campaña despotricando del elenco actual que, diferencia de sus predecesores parlamentarios, suma dos impopularidades: la suya propia y la de su socia presidencial. Y esta semana han acabado exhaustos, ya no solo protegiéndose de sus enemigos, sino de los socios del pacto que encuentran más fácil golpearlos a ellos que a Dina.