Se creería que es imposible pensar que el ser humano ha logrado combatir el paso del tiempo, rompiendo récords en la búsqueda de la eterna juventud. Esta no es más que el anhelo de vivir funcionalmente, libres de patologías y, por qué no, vernos mejor.
Quizás, a mediados del siglo pasado, era un hecho que las personas llegarían a la tercera edad con órganos y tejidos más frágiles. Aunque algunos lograban preservarse mejor, representaban una muy pequeña proporción. Por ejemplo, la osteoporosis no solo aumenta las posibilidades de fracturas, sino que además genera dolor neuropático, afectando profundamente la calidad de vida.
Hoy en día, gracias a estilos de vida adecuados que combinan nutrición rica en proteínas, ejercicio regular y modulación hormonal a partir de los cincuenta años, muchas personas evitan esta temida fragilidad. Esto es posible gracias a décadas de trabajo e investigación científica. La tecnología también ha jugado un papel clave, permitiendo diagnósticos tempranos y precisos que liberan a los pacientes de tratamientos prolongados o cirugías innecesarias. Una vez más, la medicina preventiva demuestra ser un pilar fundamental.
Gigantes como Microsoft, Apple y la Fundación Chan Zuckerberg han integrado directorios médicos en sus estructuras. Allí, científicos trabajan incansablemente para desarrollar alternativas diagnósticas y terapéuticas cada vez más rápidas y efectivas. Quizás, más pronto de lo que cambiamos un iPhone 12 por un iPhone 16, tengamos nuevos resonadores magnéticos que, gracias a la inteligencia artificial, detecten procesos inflamatorios años antes de que una patología se establezca.
Por otro lado, la mente juega un papel crucial. Aprender a manejar el estrés diario, del que nadie está exento, es vital para mantener una buena inmunidad. Esto permite que los sistemas de comunicación celular trabajen de manera saludable, fortaleciendo nuestras defensas y promoviendo un organismo más equilibrado.
El verdadero reto para la ciencia en las próximas décadas será dejarnos boquiabiertos con avances que transformen nuestra genética y nos permitan dirigirla hacia un funcionamiento correcto y vital. La extensión de la vida no se trata solo de vivir más años, sino de vivirlos con fuerza, funcionalidad y bienestar.