Lenin Tamayo podría seguir cantando al ritmo del quechua-pop sin hablar en quechua y mantendría la esencia que lo representa. Así lo dijo a El Comercio en su retorno al Perú, luego de veintiséis horas de vuelo y con escaso sueño. Nos recibió en su casa, atiborrada por varias maletas sin abrir procedentes de Asia, donde realizó su primera gira musical, iniciada a finales de setiembre y extendida por cuatro semanas en Corea del Sur, India, Vietnam y Tailandia con boletos agotados.
“El ser andino está en mí; no tengo que justificarme”, afirma Tamayo, hijo y representado de la cantante Yolanda Pinares, al recordar la creación de su primer álbum, Amaru. “No necesito un cartel o ropa que diga ‘quechua’ para ser andino. Puedo ir al país que quiera y hablar en el idioma que desee”, añade. En su gira asiática, aprendió a abrazar su identidad sin alienarse a lo hegemónico, lo que, según él, le permitió conectar con públicos diversos: desde adultos mayores reacios al K-Pop hasta funcionarios públicos y niños que no hablan español ni quechua.
Visitar Corea del Sur fue un sueño de infancia hecho realidad, aunque tuvo que trabajar: hizo tres presentaciones y una aparición en la televisión surcoreana. “Todo era rápido, ni siquiera pude alistarme bien”, comenta Lenin sobre su actuación en “Simply K-Pop” de Arirang TV. Recuerda un pequeño incidente con su vestuario cuando se le cayó una cadenita, pero pasó desapercibido. El video de su presentación alcanzó más de 68,000 vistas en YouTube. “La gente gritaba, se emocionaba, se sentía la energía del público”, cuenta Tamayo, quien fue reconocido por la revista TIME como “líder de la próxima generación” junto a otras celebridades mundiales, entre ellas Nicola Coughlan y Ncuti Gatwa, actores de las series “Bridgerton” y “Doctor Who”, respectivamente.
Su estadía en la India fue una experiencia compleja que todavía no procesa por las extremas brechas sociales. “Ves carros lujosos y en el semáforo a niños tocando la puerta para pedir limosnas, mientras que disfrutas del aire acondicionado del vehículo”, cuenta, para luego asegurar que aprendió a no dejarse deslumbrar por lo pasajero o material, aunque eso ya lo sabía. “Soy una persona sencilla, y por mi historia de vida, los lujos nunca me han atraído”, dijo previamente. De otro lado, el cantante explicó que para vencer las barreras del idioma utilizó una inteligencia artificial para narrar su historia de superación ante el público asiático.
No se considera un profeta exitoso fuera de su tierra, pues aún no asimila su fama. Aunque ha expresado su oposición al gobierno de Dina Boluarte, asegura no haber sufrido censuras ni malos tratos en la gira organizada por las embajadas peruanas en los países donde se presentó. A pesar del reconocimiento, Lenin mantiene amistades de antes del Q-Pop, aunque hoy su círculo cercano incluye principalmente a su madre y su equipo de trabajo, lo cual no le molesta. “Viajar a Corea y Tailandia y ver a esos artistas y bailarines tan dedicados a su arte y cultura me hizo ver que es una forma válida de vivir y entender el mundo”, afirmó.
Supervisado por su mamá y mánager, quien lo observa orgullosa desde una escalera en su vivienda, Lenin Tamayo adelanta que pronto compartirá una noticia importante, junto con la segunda parte de “Amaru” y un nuevo concierto. Aunque no especificó el monto, comentó que tiene deudas, pero le afecta más haber sido caricaturizado en sus inicios solo como el joven que canta pop en quechua y baila, como si fuese un personaje televisivo cualquiera. Ahora, tras su reconocimiento por Rolling Stone Review y la posibilidad de una nueva etapa musical en el extranjero, Tamayo, usando sus yanquis que lo acompañaron en Asia y la voz algo afectada por el cambio horario, afirma: “Entendí que cantar en quechua no es solo cantar. Ser quechua implica responsabilidad por quienes estuvieron antes y quienes vendrán después”.
Sueño cumplido
— En tu visita a Corea del Sur, meca del K-Pop, ¿cómo fue el recibimiento del público y qué aspectos te impactaron más?
Tuve una primera impresión de la industria del K-Pop: entendí de que con mayor fuerza tengo que abrazar lo que me hace único, no pretender encajar en algo que no soy yo realmente, sino abrazar lo que realmente me está haciendo especial y la razón por la cual estoy en esos países. Entonces todas las expectativas que tenía armadas se voltearon, no para mal ni para bien: simplemente aterrizaron al contexto donde estaba, que era Corea del Sur. Fueron días muy atiborrados de actividades porque yo decidí que sea así, porque deseaba aprovechar al máximo la oportunidad. No me dio tiempo de procesar mi instancia en Corea hasta el último día tal vez.
— ¿Me podrías comentar cómo fue el detrás de cámaras de tu aparición en “Simply K-Pop”?
Ni siquiera tuve tiempo para alistarme bien. Me estaban haciendo la prueba de cámaras y, sin darme cuenta, ya estaba en el escenario. El estudio no es tan grande, pero en mi mente veía que el escenario era gigante. ¿Pero qué es lo interesante? Con los recursos que ellos tienen tratan de maximizar. Eso me hizo entender lo importante que es trabajar desde adentro, no por encima y no por cumplir, sino porque disfrutas que las cosas salgan bien. Eso me impresionó. Recuerdo que solo me decía a mí mismo: “Este es un momento que has esperado. Da todo de ti sin importar lo que pueda pasar”. Y eso hice. Tuve un pequeño desliz con mi vestuario, pero ni se notó. Una cadenita que (que se cayó y) tranquilamente pudo haberse convertido en un accidente, pero en ese momento ni siquiera importó.
— ¿Qué otro aprendizaje tuviste?
La India, por ejemplo. Puedes estar en un hotel muy lujoso y al costado ver una vaca caminando, que es un animal divino. Ves vacas caminando al costado de mototaxis, al costado de carros muy lujosos. Ves a gente pobre, niños en pobreza extrema tocando la puerta para pedirte limosna, todo eso en una misma cuadra. Y luego tú en tu carro con tu aire acondicionado.
— No hay mucha diferencia con el Perú.
Fue interesante experimentar ese contraste, pero desde una posición privilegiada: en mi carro con aire acondicionado, camino a un hotel lujoso, mientras veía niños pedir limosnas. Eso me hizo reflexionar sobre la importancia de mantenerse fiel a uno mismo, de no dejarse deslumbrar por lo superficial. India es un país que aún me cuesta procesar; puede parecerse a Perú en algunos aspectos, pero también tiene características muy propias, como su idioma. Coincidimos con una festividad religiosa y pude presenciar rituales y ceremonias que me conectaron con el lugar, aunque también noté diferencias culturales. Lo que más me marcó de India fue el primer concierto en Delhi, donde el público era local. La energía en el escenario era pura, y la gente se mostraba libre y sin prejuicios.
— Regresando al tema de tu gira, me gustaría hablar más del aspecto técnico, ¿cómo preparaste tu vestuario, la puesta en escena, las coreografías…?
Podría parecer algo reactivo, pero trato de organizarme. Era consciente de que esta gira sería única, por lo que organizarlo al 100 % era prácticamente imposible. Se perfeccionaría sobre la marcha. Aunque mi estilo es definido, no imaginé cómo se desarrollaría mi presentación, pero tuve claro que deseaba transmitir que mi música no solo es canto, baile o performance, sino que es el significado de mi cultura quechua. Mis conciertos y coreografías debían ser perfeccionadas, con mucha precisión. Pero también quería añadirle emociones. Por eso, incluí versiones acústicas de mis canciones, todas autoproducidas. Tuve otro limitante: el idioma. Así que, con mi equipo creamos una narrativa con el apoyo de inteligencia artificial que contaba el relato de mi presentación.
— ¿Diseñaste vestuario exclusivamente para la gira?
Fue un trabajo en equipo de 50 y 50 con Jim [integrante de mi producción]. Antes de irme a Asia, viajé a Cusco y conocí a una familia de artesanos. La madre sacó adelante a sus siete hijos tejiendo y vendiendo llicllas. Sus hijas, en homenaje, abrieron una tienda en San Blas, ellos confeccionan y venden los trajes andinos, por ello, icorporé algunos de esos vestuarios en mi gira. Armamos cada conjunto como una suma de cosas, mezclando elementos cuidados y planificados junto a espontáneos.
Niega censura del Gobierno
— Tú has dicho en entrevistas para medios extranjeros que el Q-Pop, género que has creado, es algo más que cantar en quechua: que es una expresión cultural representativa. Entonces, ¿en qué se diferencia el Q-Pop del pop andino?
Cada propuesta artística es única, y lo que me hace especial es mi visión del mundo. Mi historia personal, tanto en lo bueno como en lo malo. Aunque suene cliché, es la verdad: las dificultades nos han fortalecido y hecho más resistentes. En los últimos dos años, estuve enfocado en transmitir un mensaje de esperanza. Mi deseo de ser una mejor persona y artista va más allá de buscar la viralidad o de simplemente usar elementos “andinos” por estética. Quiero reivindicar mi identidad de manera honesta. A veces, me pregunto por qué hacer tanto esfuerzo si en mi país puede que no se entienda. Esa sensación de rareza me acompaña. Sin embargo, al viajar a Asia y ver a los niños practicar con dedicación desde tan jóvenes, comprendí que no estoy solo. Hay muchas personas en mi país que también desean mejorar y que valoran la dignidad de ser quienes son.
— ¿Hay algún elemento del mundo andino que todavía te falta implementar?
La cultura quechua tiene mucho que ofrecer. Tal vez no me alcance la vida para que pueda mostrarlo todo, pero es cierto que, como artista, la música que ofrezco irá creciendo y evolucionando. Me emociona ver cómo mi perspectiva de la cultura se amplía. Por ejemplo, en la gira compuse una canción que se llama “La llajta”, que significa “pueblo” y en donde expreso mis sentimientos a estar lejos de mi cultura, mientras busco nuevas oportunidades, ya que no las encuentro en mi país. Habla de la migración, la canté como sorpresa en Asia, y la gente coreaba, aún sin saber español o quechua.
— Noto que deseas construir una carrera fiel a tu identidad. Te percibo como un artista intelectual, comprometido… ¿Crees que, al estar tan enfocado en tu mundo y en esa profundidad artística, podrías cerrar algunas puertas comerciales o ser considerado un artista de nicho, en lugar de volverte más popular?
Leí que un análisis describió a mi música como “de nicho”, lo cual me hizo cuestionar el término, ya que mi público es diverso y amplio: desde niños y adultos. Reflexioné sobre cómo lo que hoy es pop o mainstream fue alguna vez novedad, una locura para alguien. Al ver mi progreso en estos dos años, sigo firme en mi camino. Luego de esta gira, tengo la visión más clara: ya sea que mi música se vuelva pop o permanezca en un nicho, lo importante es que tengo algo que decir.
¿Una carrera en el extranjero?
— Hablabas de migración hace un ratito, y tengo la impresión de que, de repente, estás pensando en irte del país…
No, no es así, [no tengo intenciones de hacerlo]. Cuando trabajé en el álbum “Amaru”, siempre había discusiones con mi equipo. Algunos decían que debíamos dar más protagonismo a las quenas y zampoñas, argumentando que, si sonaba demasiado electrónico, ya no sería Q-Pop. Se preguntaban: “¿Dónde está el quechua?” Pero yo respondía: “El quechua está en mí. La identidad andina forma parte de quien soy; no tengo que justificar mi herencia para que se entienda que soy andino”.
— No tienes que ponerte un cartel…
No necesito un cartel que diga “quechua” ni tener que vestir ropa que lo indique y grabarme para justificar mi identidad. Para mí, reivindicar lo andino significa abrazar y vivir esa herencia de manera honesta. Si realmente es sincero, se notará. Así, puedo ir al país que desee, pero mi cultura siempre estará presente en mí. De hecho, puedo hablar el idioma que quiera.
— ¿Has pensado en migrar a otro país y establecerte ahí para potenciar tu proyecto?
Ta vez falte un dato fundamental en mi respuesta que no puedo decirte ahora. Pero, desde que fui reconocido por la revista Rolling Stone, pasaron muchas cosas importantes en mi carrera, hechos que los tomé con una motivación relacionada con lo que me dices. Sin embargo, por eso era mi intención de salir en esta gira. Quería ver el mundo, quería ir a Corea para relacionarme con la gente y entender la realidad de aquel país.
Más que un personaje
— Para un medio británico dijiste que te sentiste caricaturizado en tus primeras apariciones televisivas, ¿podrías compartirme algún momento en específico donde te sentiste así?
Has investigado bastante, lo agradezco. Es responsabilidad de todos compartir sobre la representación andina. El personaje del hombre y mujer andina, definido especialmente en los años 90 y 2000, ha envejecido mal. Aunque ahora somos más críticos, persisten rezagos en nuestra percepción. La sociedad tiene la responsabilidad de discutir el racismo, en lugar de ocultar los problemas y reaccionar solo ante escándalos. Muchos artistas perpetuamos narrativas que no hacen justicia a la identidad andina, tratándola como si solo fuera entretenimiento.
— Cuando mencionaste lo de ser caricaturizado, recordé la cobertura que recibió el pueblo de Pampichiri, en Andahuaylas, que fue frívolamente apodado por algunos youtubers y comunicadores como “El pueblo de los pitufos” debido a sus casas en forma de cono, similares a las de esos personajes animados. Por eso te pregunto: ¿qué suceso en particular te hizo sentir caricaturizado?
Tras hacerme viral con un cover, tuve la oportunidad de aparecer en muchos programas de televisión, ya que el K-Pop en quechua llamaba la atención. Aunque yo no le puse el nombre de Q-Pop, porque eso lo hizo la gente, entendí desde el principio que esto forma parte del entretenimiento. Acepté la situación, consciente de que los reportajes buscan qué vender, siempre que me den el espacio necesario para transmitir mi mensaje. Sin embargo, llegué a un punto en el que tuve que decidir entre dos caminos respecto a una canción que estaba produciendo: podía perpetuar lo que ya estaba funcionando y hacerme viral en mi país, manteniendo la misma línea, pero con un nuevo enfoque, o explorar otras direcciones.
— Temías convertirte solo en un personaje de televisión…
¡Sí, eso! Estaba cansado de que la única manera en que se reconocía mi voz era diciendo que hacía K-Pop en quechua y bailaba. Tal vez me había agotado esa situación. Por eso, grabé “Imaynata”, que es una canción que rompe el estereotipo que se veían formando, no me importaba si dejaba de ser viral en Internet. Así que viajé con mi equipo a Puno a grabar esa canción, misma que se popularizó internacionalmente. Aunque la producción, bailarines y hasta mi madre no entendían por completo el tema, me mantuve firme en la idea original donde declaro mis intenciones: [Canta en quechua] “Qué me miras / si tu corazón ya está muerto”, era mi forma de responder a quienes no aceptaban mi arte. Entendí que cantar en quechua no es solo cantar. Con eso hecho, me pude dar el lujo de cantarle a mis raíces sin el miedo a perpetuar estigmas. Al ser quechua de alguna forma te haces responsable por los que estuvieron antes que tú y por los que estarán después. Ahora entiendo porque tal vez la revista TIME me escogió [dice entre lágrimas]. Ser artista en Perú es un acto valiente y complicado.
El futuro de Lenin Tamayo
—¿Podrías continuar tu proyecto, aun si no recibieras una remuneración?
¡Uy, si supieras! He tenido la oportunidad de ver mi rostro en una publicidad gigante en Plaza Norte. Al mirarla, me quedaba impresionado por la imagen de “Lenin” con todos sus trajes. Sin embargo, al mismo tiempo reflexionaba sobre la realidad de ese mismo “Lenin”, que regresa a casa y enfrenta problemas económicos. Esa ambivalencia es algo que solo se vive en nuestro país.
— ¿Cuál es el siguiente paso de tu carrera?
Voy a lanzar la segunda parte de mi álbum, y creo que también se anunciará un concierto. Hay un paso que fue pospuesto por varias ocasiones en este año, pero que finalmente se concretará. Es un anuncio importante. De acuerdo con la visión de mi madre, tal vez necesité vivir la experiencia de esta gira, conocerme en diferentes situaciones para entenderme mejor y saber a hacia donde ir. No sé cómo resultará, pero tengo claro que mi propósito es hacer que mi voz resuene tanto en mi interior como hacia afuera, en un intercambio genuino. No solo hacerme viral.
— ¿Te identificas con la frase: “Nadie es profeta en su propia tierra”?
Todavía no lo sé. Aún no he procesado todo. Siempre quise conocer el mundo para entender mi lugar y hacia dónde llevar mi proyecto. Aunque esta gira me permitió ver solo una pequeña parte, me mostró lo inmenso y diverso que es el mundo.
Quiénes son los amigos de Lenin Q-Pop
— Lenin, ¿la fama te alejó de tus amigos?
No, porque mis amigos realmente entienden la batalla en la que estoy. Aunque hemos podido reunirnos o hablar muy poco, el cariño genuino se siente porque son amistades reales. Uno puede conectar con muchas personas, pero no siempre sabe si esa conexión es auténtica. Por ejemplo, hace un año me invitaron a una alfombra roja, donde conocí a muchos artistas e influencers, pero era una situación tan artificial. No sabía si estaba hablando con la persona o con un personaje; era difícil distinguir lo real de lo falso. Entendí que ese mundo no era para mí. Prefiero enfocarme en lo que hago, aunque eso implique autoaislarme, porque en mi mundo musical soy feliz. Cuando mire alrededor, las personas que estén ahí serán las que realmente quieren estar conmigo.
— ¿Quiénes son, en este momento, las personas que integran tu círculo?
Mi madre es una pieza fundamental. Yrene, mi jefa de prensa que me conoce desde niño. Luego está Lizardo, a quien conocí por internet; decidimos colaborar casi sin conocernos después de que él descubriera mi trabajo en un TikTok viral. Ahora es parte de mi equipo de producción. Son pocos, pero ellos son esenciales para mí.
— Todos son de tu entorno laboral y artístico…
Sí, todos. Los últimos meses, o incluso estos dos años, estuve completamente enfocado a trabajar. Me pregunto si eso está bien, si estoy exagerando o si esta obsesión con lo que hago es saludable… Pero haber viajado a Corea y a Tailandia, haber visto a esos artistas y bailarines tan dedicados y enfocados en su arte y su cultura, me hizo dar cuenta de que es una forma válida de ver y vivir el mundo.
— Tus amigos que no son del trabajo o del mundo artístico, ¿te han dicho que la fama te cambió?
No, no he cambiado nada. Siempre fui una persona muy centrada en mis cosas. Me conocen como el típico que desaparece en vacaciones. Me encerraba en mi cuarto, leyendo o viendo series. Estaba en mi propio mundo. Soy hijo único, y mi madre ha sido tanto padre como madre para mí. A lo largo de nuestra vida, hemos aprendido a sobrellevar y disfrutar de nuestra soledad. La música, especialmente el K-pop, me acompañó en momentos que podrían parecer muy solitarios, pero para mí significó una fuente de energía y adrenalina, por eso le tengo tanto cariño.
Lenin Q-Pop está endeudado
— ¿Cómo financiaste la primera etapa de tu carrera?
Mi madre tuvo un rol fundamental porque financió mi carrera. Además de ser mi mánager, dejó parte de su propia carrera para apoyarme detrás de cámaras. Por eso, mi responsabilidad es grande porque no solo se trata de mí, sino de todos los que apostaron por el Q-Pop y la forma en que retribuyo esto es trabajando. No todo lo que brilla es oro, podría decirte la suma por la que estoy endeudado y sería un titular grandioso, pero prefiero no hacerlo. Eso queda en mí y en quienes están a mi lado. Estamos endeudados y probablemente seguiremos así, pero no perdemos nuestro enfoque.
— Comentaste que tuviste complicaciones económicas, ¿me podrías comentar un extracto de esas experiencias?
Estoy muy agradecido por la oportunidad de haber hecho un comercial. Sin embargo, en mi inexperiencia, creí que luego de grabarlo, tendría mi pago a la semana siguiente… Estuvimos estirando el dinero hasta la grabación, pero cuando estuve a punto de tomarme las fotos, ya con vestuario, la persona a cargo nos dijo que el dinero llegaría en tres meses. Me dieron ganas de llorar porque nos faltaba, pero mi madre dijo algo importante: “Aprende que los artistas deben llorar en silencio. La sesión de fotos es una oportunidad que esperaste mucho tiempo, así que enfrenta la cámara y apodérate del escenario”. Así que realicé la sesión de fotos, aunque estaba preocupado y al borde del llanto. Cuando vi el resultado afiches gigantes, quedé sorprendido conmigo mismo. No entendía del todo lo que significaba vivir en un Perú sin una industria musical, pero ahora que lo mencionas, sí es difícil. Por ejemplo, que mi música no pueda presentarse en muchos conciertos porque no facilita la venta de alcohol. A pesar de los retos, ver que mi madre sigue apostando por mi proyecto es motivador.
— Viendo tus entrevistas en el extranjero, viendo tu indumentaria tan bonita, viendo la calidad de tus espectáculos, uno diría: “Este joven artista debe estar forrado en plata”
No, nunca fue así ni fue mi intención. Si hubiera querido vender algo, habría optado por hacer cumbia o salsa, o simplemente me habría dedicado a abrir un negocio o seguir mi carrera profesional. A pesar de todo, siempre he mantenido una chispa de esperanza, especialmente por mi experiencia con la cultura a través de mi madre y dificultades que conlleva defenderla en nuestro país. Con el auge de las redes sociales, creo que las cosas pueden cambiar. Estoy demostrando que muchos jóvenes pueden seguir sus propios caminos sin necesidad de haber ganado concursos o de recibir oportunidades específicas; solo con esfuerzo y dedicación. Esa es la esencia del amor al arte. Aunque no quiero romantizarlo, es un camino difícil, pero la dignidad y la fuerza que se sienten al hacer lo que amas son inigualables. Cuando pisas un escenario, no solo en conciertos, sino en cualquier espacio donde muestres tu trabajo, estás expresando quién eres. Tu historia se comunica y tu esfuerzo te otorga el respeto que buscas. Eso no se puede comprar con likes, dinero o contactos; es algo que solo uno mismo puede generar.
¿Fue víctima de las extorsiones?
— ¿Has seguido la grave situación de inseguridad por extorsiones que vive Perú?
Sí, créeme, estuvimos muy pendientes.
— ¿Estuvieron expuestos a la criminalidad?
Mi madre recibió llamadas en estos últimos dos años, pero fue cortante. Ni siquiera he salido de mi casa para reunirme con amigos. Un periodista me comparó con un monje tibetano por mi rutina: gimnasio, estudio de grabación y escribir canciones. Así me protejo de los peligros porque la situación es muy complicada. En un concierto dije que no podemos esconder nuestros problemas porque en algún momento estallarán, y cuando eso pasé, no se podrá hacer nada. No tenemos tranquilidad.