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Desde el inicio de las lluvias del pasado martes, la Guardia Civil ha realizado 3.400 rescates en las zonas afectadas de la provincia de Valencia, y se calcula que unas 300 personas aún están aisladas y un número indeterminado permanece en paradero desconocido, según reportó la agencia de noticias EFE.
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La situación ha impactado también la movilidad en toda la región. Hay más de 150 carreteras afectadas por bloqueos. El peruano Danilo Cenepo, un residente de un pueblo cercano que había viajado a Valencia de vacaciones, relató a El Comercio cómo se encontró atrapado en la ciudad sin poder volver a casa.
“Todo empezó cuando me trasladé a un sitio alejado del centro, pero luego de unas horas quise volver a donde me hospedaba y no pude, ya que todas las estaciones estaban cerradas. Era un completo caos, con muchísimas personas en la misma situación”, recordó.
Horas más tarde, Danilo intentó regresar a su pueblo para reunirse con su familia, pero encontró todas las autopistas cerradas y solo una ruta parcialmente habilitada. “Solo había una autovía disponible, pero estaba muy congestionada y resultaba peligrosa. Finalmente, tomé esa vía y, después de unas horas caóticas, logré llegar a casa”.
Desbordes en carreteras
Las imágenes de vehículos apilados y personas buscando sus pertenencias entre los escombros han sido una constante en esta crisis en la región.
“Lo más impactante fue ver las calles completamente destruidas y los autos destrozados, unos encima de otros. Los supermercados estaban vacíos, las tiendas de autos estaban destrozadas tanto por fuera como por dentro, y la gente lloraba por sus viviendas”, relató el joven, quien comparó la escena con “una película de fin del mundo”.
A diferencia de otras catástrofes naturales, como los huracanes que azotaron semanas atrás la costa este de Estados Unidos, las precipitaciones en Valencia tomaron por sorpresa a la población. Aunque las autoridades emitieron alertas durante el día y pidieron a los ciudadanos que evitaran acercarse a las orillas de los ríos, no hubo tiempo suficiente para organizar evacuaciones.
Según Danilo, la falta de una advertencia anticipada agravó la situación. “En mi opinión, esto se pudo haber prevenido, pero fue muy repentino. No hubo avisos, y nadie esperaba que pasara algo así”, explicó.
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Los expertos climáticos atribuyen estas lluvias intensas a la DANA, un fenómeno climático recurrente en España durante el otoño e invierno boreal, también conocido como “gota fría”. Este fenómeno ocurre cuando el aire frío desciende sobre las aguas cálidas del Mediterráneo, que han registrado temperaturas inusualmente altas en los últimos dos años. Esto provoca que el aire caliente y húmedo ascienda rápidamente, formando enormes columnas de nubes capaces de retener grandes volúmenes de lluvia.
Los pueblos valencianos afectados se cuentan por decenas. Municipios como Buñol, Chera, Cheste, Turís y Chiva registraron más de 400 litros por metro cuadrado en un solo día. En Chiva, por ejemplo, la cantidad de lluvia caída en un día igualó casi el promedio anual del municipio, según un experto consultado por el diario español “El País”.
Desde el centro de Valencia
Emma Cadenas Mujica, periodista, escritora y artista peruana residente del barrio de Torrefiel, en el casco urbano de Valencia, contó cómo vivió la tormenta desde una zona donde, afortunadamente, no se registraron daños graves. “Estoy a unos 15 minutos del centro, cruzando el puente de Serranos. Aunque en el casco urbano no sufrimos tanto como en otras áreas, pueblos cercanos como Sedaví, que está a solo 18 kilómetros, fueron devastados”, indicó a este Diario.
Emma comenta que las lluvias y los fuertes vientos llevaron al cierre de negocios y a la suspensión de clases en toda la ciudad. En áreas más expuestas al litoral, como Cabanyal, se reportaron desprendimientos de tejados y daños en propiedades. “En Tres Creus, al sur, incluso se ha cancelado un concierto programado para diciembre debido a los destrozos”, agregó.
La situación le hizo recordar la riada de 1957, un episodio histórico que afectó gravemente a Valencia. “He visto documentales sobre eso y he recorrido las calles donde el agua alcanzó dos metros de altura”, comentó. Aunque el río Turia fue desviado tras aquella tragedia y su antiguo cauce es ahora un parque, Emma expresó su preocupación: “Con lluvias de 600 litros por metro cuadrado cada hora, temíamos que el antiguo cauce se llenara de nuevo, y el nuevo, que es mucho más ancho, estaba completamente lleno por primera vez en décadas”.
Emma relató el testimonio de una amiga cercana que estaba en Sedaví, en casa de su pareja, cuando la riada alcanzó el lugar y destruyó sus dos autos. “El agua subió hasta 1,80 metros en cuestión de minutos, y a la gente no le dio tiempo a reaccionar porque muchos regresaban del trabajo o de hacer compras. A mi amiga solo le llegó la alerta de lluvia, no de riada, alrededor de las 20:00, y a las 20:35 ya tenían el agua en la acera. A las 20:50, la corriente había subido con tanta fuerza que arrancó árboles, arrastró furgonetas y reventó persianas de metal”.
La amiga de la peruana narró cómo, para salvar a un vecino atrapado en la corriente, tuvo que atar sábanas y sacarlo con la ayuda de otros vecinos. La intensidad del agua no disminuyó hasta las 3 de la madrugada, dejando a la zona sin electricidad, cobertura móvil, ni servicios de emergencia. “Recién al amanecer pudieron salir de Sedaví a pie y, en el camino, fue como una escena de catástrofe: coches apilados en las puertas de las casas, portones arrancados, electrodomésticos por todos lados. Solo al llegar a Valencia se enteraron de la cantidad de víctimas”, dijo.
Emma también compartió sus críticas hacia la respuesta de las autoridades. “La Generalitat anunció que la tormenta se estaba calmando el 28 por la tarde, ¡pero en realidad estaba empezando!”, señaló, enfatizando que las alertas llegaron tarde y que hace poco se había desactivado una oficina de emergencias. Además, mencionó el temor por el desabastecimiento en supermercados, ya que muchos residentes, en su afán por aprovisionarse, vaciaron las estanterías de alimentos y otros productos básicos, lo que ha dificultado el envío de ayuda a las zonas más afectadas.